lunes, 3 de octubre de 2016

Aniversario de la beatificacion de Alojzije Stepinac


Un día como hoy, 3 de octubre de 1998, el Santo Padre Juan Pablo II, en el Santuario de Marija Bistrica, proclamó beato de la Iglesia Católica al Cardenal croata Alojzije Stepinac.
Transcribimos algunos párrafos de la homilía del Papa en esa ocasión.


....«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24). Hoy nos sentimos llenos de alegría al dar juntos gracias a Dios por el nuevo fruto de santidad que la tierra croata da a la Iglesia en la persona del mártir Alojzije Stepinac, arzobispo de Zagreb y cardenal de la santa Iglesia romana....

...Con su sacrificio, unido a los sufrimientos de Cristo, han dado un extraordinario testimonio que, con el paso del tiempo, no pierde nada de su elocuencia, sino que sigue irradiando luz e infundiendo esperanza. Junto a ellos, muchos otros pastores y simples fieles, hombres y mujeres, han confirmado también con la sangre su adhesión a Cristo. Forman parte de la multitud de los que, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos, están ya ante el trono del Cordero (cf. Ap 7, 9).
El beato Alojzije Stepinac no derramó su sangre en el sentido estricto de la palabra. Su muerte se produjo a causa de los largos sufrimientos padecidos: los últimos quince años de su vida fueron una continua serie de vejaciones, en medio de las cuales expuso con valentía su vida para testimoniar el Evangelio y la unidad de la Iglesia. Para usar las palabras del Salmo, puso en manos de Dios su misma vida (cf. Sal 16, 5)....

....«Si alguno me sirve, que me siga» (Jn 12, 26). El buen Pastor fue para el beato Stepinac el único Maestro: su ejemplo inspiró hasta el final su conducta, dando la vida por el rebaño que se le había encomendado en un período particularmente difícil de la historia.
En la persona del nuevo beato se sintetiza, por así decir, toda la tragedia que ha afectado a las poblaciones croatas y a Europa durante este siglo marcado por tres grandes males: el fascismo, el nazismo y el comunismo. Ahora se encuentra en el gozo del cielo, rodeado por todos los que, como él, han combatido el buen combate, templando su fe en el crisol del sufrimiento. Hoy lo contemplamos con confianza, invocando su intercesión.
A este respecto, son significativas las palabras que el nuevo beato pronunció en 1943, durante la segunda guerra mundial, cuando Europa se encontraba azotada por una violencia inaudita: «¿Qué sistema apoya la Iglesia católica hoy, mientras todo el mundo está luchando por un nuevo orden mundial? Nosotros, al condenar todas las injusticias, todas las matanzas de inocentes, todos los incendios de aldeas tranquilas, toda destrucción de los esfuerzos de los pobres, (...) respondemos así: la Iglesia apoya un sistema que tiene tantos años como los diez Mandamientos de Dios. Estamos a favor de un €sistema que no ha sido escrito sobre tablas corruptibles, sino con el dedo del Dios vivo en las conciencias de los hombres» (Homilías, Discursos, Mensajes, Zagreb 1996, pp. 179-180)....

...«Padre, glorifica tu nombre» (Jn 12, 28). Con su itinerario humano y espiritual, el beato Alojzije Stepinac brindó a su pueblo una especie de brújula para orientarse. He aquí los puntos cardinales: la fe en Dios, el respeto al hombre, el amor a todos llevado hasta el perdón, y la unidad con la Iglesia, guiada por el Sucesor de Pedro. Él sabía muy bien que no se pueden hacer descuentos sobre la verdad, porque la verdad no es mercancía de cambio. Por eso, afrontó el sufrimiento antes que traicionar su conciencia y faltar a la palabra dada a Cristo y a la Iglesia.
En este valiente testimonio no estuvo solo. Le acompañaron otros intrépidos que, para conservar la unidad de la Iglesia y para defender su libertad, aceptaron pagar como él un gravoso tributo de cárcel, de malos tratos e incluso de sangre. A esa multitud de almas generosas —obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles laicos — va hoy nuestra admiración y nuestra gratitud. Escuchemos su fuerte invitación al perdón y a la reconciliación. Perdonar y reconciliarse quiere decir purificar el recuerdo del odio, de los rencores, del deseo de venganza; quiere decir reconocer como hermano también a quien nos ha hecho algún mal; quiere decir no dejarse vencer por el mal, sino vencer el mal con el bien (cf. Rm 12, 21).
6. Te bendigo, «Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación» (2 Co 1, 3) por este nuevo don de tu gracia.
Te bendigo, Hijo unigénito de Dios y Salvador del mundo, por tu cruz gloriosa, que en el arzobispo de Zagreb, el cardenal Alojzije Stepinac, obtuvo una espléndida victoria.
Te bendigo, Espíritu del Padre y del Hijo, Espíritu Paráclito, que sigues manifestando tu santidad en los hombres y que no cesas de hacer progresar la obra de la salvación.
Dios uno y trino, hoy te quiero dar gracias por la sólida fe de este pueblo tuyo, a pesar de las muchas adversidades que ha sufrido a lo largo de los siglos. Te quiero dar gracias por los innumerables mártires y confesores, hombres y mujeres de todas las edades, que han florecido en esta tierra bendita.
«Padre, glorifica tu nombre» (Jn 12, 28).
¡Alabados sean Jesús y María!

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